Diaghilev impresionó al mundo en su época, pero su legado lo sigue haciendo aún en la actualidad.
Sergei Diaghilev nació en el cuartel de Salitchev, en la provincia rusa de Novgorod, el 19 de marzo de 1872. Gracias a la asistencia de su cuñada y a la del médico del regimiento, nació sano en un parto muy difícil,días más tarde su madre falleció.
La casa de Diaghilev siempre fue un centro de reunión de artistas y él hizo incursiones en la música, el canto y la pintura. A los 18 años comenzó a estudiar Derecho y también se acrecentó su vocación y pasión por el arte.
Empresario, director artístico y crítico de arte, es considerado uno de los nombres clave en la renovación del ballet en el transcurso del pasado siglo XX. Sergei Diaghilev fue, de hecho, el fundador, en 1909, en París, de los Ballets Rusos, compañía que aglutinó a los mejores bailarines y coreógrafos (Balanchine, Fokine, Karsavina, Massine, Nijinska, Nijinsky), pintores (Bakst, Benois, Braque, Derain, Matisse, Picasso) y compositores (Debussy, Falla, Prokofiev, Ravel, Satie, Strauss) del momento. Su primera presentación, en la Ópera de París el 19 de mayo, fue todo un éxito.
Sus espectáculos nunca estuvieron exentos de polémica por su revolucionaria y antiacadémica puesta en escena, pero supusieron la revolución en el mundo de la danza clásica al compaginar en un mismo espectáculo composiciones musicales, coreografías y formas artísticas de vanguardia.
El trabajo de Diaghilev supuso, además, el descubrimiento y la confirmación de diversos artistas jóvenes. Especialmente intensa fue su relación con Igor Stravinsky, cuya colaboración con el empresario dio como resultado algunas de las obras contemporáneas más importantes, como El pájaro de fuego, Petrushka, La consagración de la primavera y Pulcinella.
El rey Alfonso XIII fue mecenas de Diaghilev y de su compañía que, con estrellas iniciales de baile como Vaslav Nijinsky, Anna Pavlova y Ida Rubenstein, recorrió, además de Europa, América del Sur y Estados Unidos.
A pesar del éxito de público que tuvieron casi siempre sus puestas en escena, Sergei Diaghilev sufrió dificultades económicas con su compañía. Una de las grandes cargas económicas para la empresa fue la gran puesta en escena en 1921 de La bella durmiente, de Tchaikovsky.
Sergei Diaghilev sufría de diabetes, y en un viaje a Venecia enfermó y quedó en coma, falleciendo allí el 19 de agosto de 1929. Sin embargo, su trabajo y las ideas revolucionarias que impulsó en la danza lo sobrevivieron y continúan vigentes hoy en día, con numerosas compañías que por todo el mundo llevan a cabo puestas en escena basadas en sus vanguardistas apuestas creativas.
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