André Breton nació en Tinchebray (un pueblo de Normandía) el 19 de febrero de 1896, hijo de padres bretones. Fue un hombre apasionado y enérgico, que soñó siempre con una poesía nueva, hirviente de palabras, que no tuviera que ver con “el mundo literario” sino con la vida misma vivida con verdad, libertad y pasión absolutas. Lo recalcó en una entrevista de 1946: “transformar el mundo, cambiar la vida, remodelar el entendimiento humano de arriba abajo”, eso era lo que siempre había pretendido. Primero leyó a los simbolistas y se fascinó con Mallarmé, después siguió la Valéry,vio el hervor vanguardista de Apollinaire en los años de la I Guerra Mundial y tras el estreno de Las tetillas de Tiresias se fascinó (casi hasta el amor) por un personaje entre el dandismo y la subversión cuyas cartas editó tras su suicidio en 1919: Jacques Vaché, importantísimo en su vida, pese a las sospechas finales de homosexualidad que recayeron en él, lo que repugnó a Breton, que mantuvo siempre un extraño rechazo a “los invertidos”, más chocante en quien defendió tantas libertades…
Autor de obras bellísimas ,para muchos mejor en prosa que en verso,Bretón fue antes de la II Guerra Mundial un intransigente rebelde, que regañó con Eluard, con Aragón, con Dalí o con Matta buscando una libertad pura que terminó poniéndole a mal tanto con los conservadores (a quienes detestaba) como con los comunistas estalinistas, a quienes denunció, siempre a favor de Trotsky. ¿Cuál era esa tercera vía que buscaba, y que no parece haberse hallado todavía?
Para Maurice Nadeau, su historiador fundamental, el surrealismo acaba en 1939, cuando Breton se marcha a América, huyendo de la guerra. El final de Bretón (regresado a Europa con su tercera mujer y su hija Aube en 1946) fue el de un hombre en declive. Un intransigente y autoritario genio del lenguaje a quien se le hacía más difícil crear porque le faltaban nuevas mujeres, pese a sus coqueteos con Joyce Mansour. Murió en 1966, después de haber cumplido 70 años. Fue todo un mundo y toda una época.
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