Tendría que ser recordada como una de las grandes fotógrafas, los libros la limitaron a musa y pareja de Picasso, pero la historia le debe su sitio como una artista y profesional cargada de talento.
A ella se debe el registro de imágenes sobre la composición del cuadro Guernica. También fue el germen e inspiración para el cambio pictórico de Picasso en la época de guerras, la que alentó su conciencia y compromiso político. Es la mujer que llora en los cuadros picassianos con sus dedos como cuchillos, la que aparece callada y seria en las fotografías, casi una mujer sin sonrisa pero de mirada inquietante. Inteligente y perspicaz, iba dos pasos por delante antes de disparar a la realidad con su cámara de fotos.
Ella fue Dora Maar, aunque en su partida de nacimiento consta el nombre de Henriette Theodora Markovitch. Creció en una familia cosmopolita entre París y Argentina, hablaba francés y castellano, y recibía la cultura de su padre, arquitecto, y de su madre, violinista. De todo aquel ambiente nacería su admiración por la fotografía, imágenes en las que ella retrataba escenas con un atmósfera misteriosa a la vez que inquietante. Estudió en una academia en la que conoció a Cartier Bresson, quien la definió como una muy buena fotógrafa.
Conocía cada uno de los efectos que el cambio de luz o el desenfoque podía conseguir en su fotografía, creando imágenes con un aire onírico, misterioso y enigmático, integradas dentro de la propia época de vanguardia surrealista. Son protagonistas sus fotomontajes, su ruptura con los convencionalismos, pero también sus retratos de la gente de la calle, captando la miseria, la exclusión y la pobreza. Sin duda, si alguna definición vale para Dora Maar, fue la de intelectual.
Su vida cambió un día cuando el pintor Picasso entró en la cafetería Les Deux Magots de París y se encontró a una Dora Maar que realizaba un juego extraño, donde intercalaba entre sus dedos una navaja que finalmente, cuando se cortaba, teñía sus guantes de rojo. Guantes que terminaron en las manos de Picasso, como recuerdo. Él tenía 55 años. Ella, 29.
Aquel desafío, junto a su capacidad de seducción intelectual y física, fue un imán para el malagueño. “Por entonces, Dora Maar tenía un espacio propio, era apreciada, su obra generaba críticas positivas. Era una mujer con nombre propio dentro del grupo surrealista, firmaba manifiestos, vino a la exposición de Tenerife del 35, amiga de Bretón… Y ella se autovalora. Hay frases de ella diciendo... soy buena como Man Ray”, comenta Victoria Combalia, crítica y comisaria de arte que escribió su más amplia biografía, Dora Maar, más allá de Picasso.
Desde entonces, Picasso le robó parte de su nombre, aunque no su espíritu inquieto, creador y político. Dora Maar era una artista que registró, uno a uno, los pasos de creación del cuadro Guernica. Casi con devoción seguía en silencio los trazos del pintor, y a día de hoy ese conjunto de fotografías constituyen un conjunto de valor documental incalculable. De aquella etapa también data una de sus fotografías más reconocidas, el Retrato de Ubú, imagen que ha dado la vuelta a medio mundo y que permanece en The Metropolitan Museum of Art de Nueva York.
El pintor era consciente de que a su lado estaba toda una profesional repleta de talento. “Picasso le reconocía su valía como artista, pero Dora Maar me dijo en una ocasión que los hombres roban mucho las ideas. Y esto es verdad. A ella también le pasó. Tenemos que entender que Picasso nunca pensó que ella le hiciera sombra, pero luego ella era excelente y él se lo reconocía, porque él entendía cuando las fotos eran buenas. Picasso se sentía superior a todos, a hombres, mujeres y a cualquiera”, explica Combalia.
En su convivencia, poco a poco, la cámara de fotos va siendo arrinconada y la cercanía de Picasso la invita a tomar el pincel. Combalia asegura que Dora Maar se alejó de la fotografía solo porque “se había cansado un poco, pero la recuperó en los años 80, con casi setenta y pico de años. Lo que pasa es que, al enamorarse de Picasso, es humanamente comprensible que se pusiera a pintar. De hecho, Picasso le animaba a ello.”
Esta comisaría logró entrevistar a la propia Dora Maar en los últimos años de su vida. Le advirtieron que si le preguntaba por Picasso, corría el peligro de que Dora Maar cortara la llamada pero, en cambio, fue ella misma la que incorporó el nombre del artista con total normalidad. Según Combalia, “su nombre salió solo cuando hablamos de las fotos de Guernica. Estuvo muy amable, y me contó muchas cosas. Era una mujer muy culta, y se entendía cuando explicaba cómo había sido su carrera y los amigos que tuvo”.
Dora Maar fue la protagonista de los cuadros de Picasso hasta el fin de su relación, con la llegada de Francoise Gilot. Una mujer representada, al principio, con un halo de misterio y seducción, para cambiar su imagen en sus últimas pinturas. Sobre esto se ha escrito mucho pero Combalia, como experta en arte, matiza que este cambio compositivo se debe a otras circunstancias. “Es cierto que en los primeros cuadros a Dora Maar la representa muy guapa y luego la deforma. Pero hay que ser justo porque es el momento de la guerra y aunque digan que a ella la representaba como un monstruo, lo hace con todas las víctimas”, explica.
Fueron siete años de una relación absorbente. En la historia, tras su ruptura de Picasso y para explicar el distanciamiento de la pareja, se ha escrito mucho sobre ello. Principalmente, señalando a ella como responsable porque se volvió loca, cuando lo que tuvo fue una depresión tras sentirse humillada, abandonada y despreciada en cientos de instantes. Combalia explica que esa interpretación ha sido una mancha que pesa sobre el nombre de Dora Maar y que no es cierta. Poco se habla de la misoginia de Picasso hacia sus mujeres. En el contexto de aquella época, las consecuencias psicológicas del maltrato se interpretaron como locura.
“Ella sufrió maltrato psicológico. Y es cierto que ella, después, sufrió un brote psicótico, pero estuvo solo once días internada y se curó. Puedo asegurar que, cuando hablé con ella, no estaba loca. Fue cuidada por Lacan y se refugió en la religión católica para superar la ruptura. Cada uno encuentra su espacio para afrontar episodios dolorosos. Pero una loca no lo ha sido jamás. Era una persona, como está lleno el mundo, con opinión y carácter, y no por eso era una loca”, explica Combalia con contundencia.
Cuenta la historia que incluso Paul Eluard avisó a Picasso de que había que sacar a Dora Maar de aquel internamiento para que no sufriera demasiado. “En general los genios tienen una propensión al desequilibrio. Cuando más le amaba, él la dejó y ella tuvo que pasar por alguna clínica psiquiátrica y someterse a electrochoques. Terapia que era la habitual por aquel entonces, para tratar cualquier tipo de trastorno mental y que hoy en día es impensable”, explica la escritora Paula Izquierdo.“Respecto a la relación de Picasso con las mujeres es cierto que llegaba a amarlas apasionadamente pero pasado un tiempo, más o menos largo, terminaba por despreciarlas, se cansaba de ellas y las aborrecía. Más pronto que tarde encontraba una nueva “presa” a la que conquistar. Los casos más terribles fueron el ahorcamiento de Marie Thérèse en el garaje de su casa, Jaqueline cuando se pegó un tiro unos años después de la muerte del genio, o la bailarina Olga Koklova, que terminó en un psiquiátrico”, comenta Izquierdo, como contexto, autora que publicó la obra Picasso y las mujeres.
Desde la ruptura, el nombre de Dora Maar quedó oculto tras la sombra de Picasso, que acabaría por convertirse en un símbolo. Y, poco a poco, su figura fue quedando en el olvido. “Necesito construir un halo de misterio entorno a mí porque todavía soy demasiado conocida como mujer de Pablo”, decía ella misma.
Tal día como hoy, de 1997, esta artista murió sola a los 80 años. Pocos amigos acudieron a su entierro. ¿Hay justicia con Dora Maar? “Yo he hecho cinco exposiciones de Dora Maar en el mundo y la gente a la que le gusta el arte, la consideran excelente. Sé que va a tener más peso y va a ser mejor valorada, más aún ahora que se revaloriza el aporte cultural de la mujer. Pero en gente no especializada que lee un libro de Dora Maar y Picasso, ella queda como víctima y mártir y no como la gran artista que realmente fue”, añade Combalia. Quizás Picasso llegó a destruir en algún momento a Dora Maar, pero jamás llegó a destruir a la artista ni a su historia.
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