Vivienne Westwood,ha escrito su biografía con la ayuda de Ian Kelly como confidente. Son unas memorias a corazón abierto, que tienen algo de glorioso desquite por todo lo callado durante estos años, con una punzada de dolor que no se va, pero sin ánimo de revancha: "Porque una vez le amé, y a mi manera fui fiel a Malcolm hasta su muerte"
"Vive rápido, muere joven". Vivienne y Malcolm se conocieron en la prehistoria del punk. Malcolm murió a los 64 años y está enterrado desde el 2010 en el cementerio de Highgate, junto a otros muertos ilustres. Vivienne nunca ha estado tan viva como ahora, a los 73 años, envuelta en una bandera escocesa y encabezando con aire reivindicativo la manifestación del cambio climático en Londres.
La chispa del punk salió de una relación enfermiza entre Malcolm y Vivienne. El sexo no fue precisamente el motor de la relación entre la irreverente diseñadora (que entonces se ganaba la vida como profesora) y el joven aspirante a músico, empresario y provocador. Meses después, Vivienne daba a luz a su segundo hijo, fruto de su relación a regañadientes con Malcolm. Y volvió a verse enjaulada en la trampa de una relación abusiva.
"Llevo toda mi vida luchando contra el conformismo y no me voy a rendir ahora", asegura la intrépida diseñadora, con la bella cabellera blanca cortada al uno como signo de eterna impostura, poniendo al día con dos palabras mágicas -Climate Revolution- aquella moda inventada por ella misma de las camisetas con mensaje político: "Sé razonable, pide lo imposible".Vivienne Westwood sigue pedaleando contra la corriente por las calles de Londres, y aún hoy se la puede ver en bicicleta, vestida a su inconfundible manera, camino de la vieja tienda de King's Road.
"Nunca he sido capaz de ser honesta conmigo misma hasta ahora, pero como él ya no está, no me importa decirlo", confiesa Vivienne.Malcolm se portó de un modo increíblemente cruel conmigo. En lo profesional, en lo personal y de todas las maneras posibles. En el fondo, tenía problemas reales que nunca supo afrontar y todavía tiene el poder de hacer que me sienta triste.No podía irse de casa cada día hasta que conseguía su objetivo: hacerme llorar. Era lo único que lograba pararle. Me hacía llorar todos los días, y creo que nunca desde entonces he sido capaz de experimentar unas lágrimas reales.
Joe Corre, el hijo que nació de Malcolm y Vivienne, al frente ahora de Agent Provocateur, se pone descaradamente del lado de la madre:mi padre era el arquetipo perfecto del matón. Necesitaba abusar verbalmente de ella para sentirse mejor. La intentó destrozar, quiso hacerla añicos. Digamos que mi hermanastro Ben y yo intentamos recoger las piezas, y por eso empezamos a ayudarla en la tienda.
La fama y el reconocimiento mundial, como manager de los Sex Pistols y padrino indiscutible del punk, no aplacaron las miserias domésticas de Malcolm McLaren, que forcejeó también con Vivienne por la autoría de algunas de sus colecciones y por el futuro de Sex, la tienda, considerada históricamente como la marmita urbana donde se fraguó la estética del punk, desde las crestas a los pantalones de caucho, de la parafernalia sado maso a las camisetas rotas con iconografía pornográfica.
El punk era nuestra llamada a las armas, reconoce Westwood.Cada generación tiene su acto de rebeldía, y ésa fue la nuestra. A veces pienso, sin embargo, que fue una simple excusa para nuestras correrías.
Vivienne, reconoce que la "loca energía" de Malcolm servía como contrapunto y disparaba en ella la vertiente creativa.Yo era un provinciana de 17 años cuando llegué con mis padres a Londres. Él era más joven que yo, pero era todo un intelectual, metido hasta el fondo con los situacionistas. Y era un buen artista, tenía la virtud de hacerte sentirte muy viva. Era la compañía perfecta... cuando estaba de buenas,claro.
Vivienne, tras su primer matrimonio fallido con Derek Westwood (con quien tuvo a su hijo Benjamin), se blindó emocionalmente hasta que apareció Malcolm McLaren, aprendiz de seductor y sin embargo virgen cuando se conocieron. No fue ni mucho menos un flechazo, pero algo le unió irresistiblemente a él, en aquellos años de la Gran Bretaña decrépita y post-Beatles, donde se coció a fuego lento la revolución del punk.
Muchas de las ideas de las colecciones compartidas de la primera época partieron de Malcolm y yo era la encargada de llevarlas a la práctica. También sucedía a menudo al revés: fui yo quien le contagió la vena antimonárquica, que él explotaría luego en la imagen de los Sex Pistols.
Mi padre ya se había marchado de casa para no volver, y lo que había dejado detrás era un mar de deudas, certifica su hijo Joe en una de la páginas más dolientes de la biografía de su madre. Él ya se había ido a América, pero tuvo la desfachatez de enviar a su novia y hacer que se vistiera como Vivienne, y decirle que convenciera a todo el mundo de que mi madre ya no trabajaba allí, que a partir de ese momento era ella la diseñadora.
Madre e hijo firmaron un pacto de mutuo olvido, pero Vivienne reconoce que le costó mucho poder dejar atrás aquella etapa: "Cuanto más te duele una relación, más te sientes traicionada en el momento en que acaba". Y eso me pasó a mí cuando Malcolm tuvo finalmente una novia seria. La sensación de traición me duró al menos cuatro años. Y tardé 10 en volver a verle y reconocer por fin que no sentía ninguna emoción.
Unida sentimentalmente desde hace algunos años al austriaco Andreas Krontaler, que fue su estudiante antes de convertirse en su segundo marido, Vivienne ha aprendido con el tiempo a reconciliar lo personal con lo profesional. Su media naranja, bastante más joven que ella, tiene un solo defecto:es muy perfeccionista, y eso puede ser muy estresante.Gracias a él, reconoce, ha logrado sentirse finalmente cómoda en su doble papel de diseñadora y agitadora.
Durante 15 años odié el mundo de la moda. No es un mundillo muy intelectual y a mí me gusta leer y darle vueltas a las cosas. Pero finalmente estoy contenta con lo que hago, y no contemplo jubilarme.
La moda ha pasado ahora a segundo plano y mi prioridad absoluta es el cambio climático. Creo que ha llegado el momento de una gran reflexión colectiva. Deberíamos dejar atrás la cantidad y centrarnos en la calidad de las cosas. Al planeta le vendría, sin duda, mucho mejor.
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