Decoradora, anticuaria, actriz de cine mudo, excéntrica hasta los huesos. Madame Castaing fue la primera en desempaquetar el estilo francés haciéndolo más imperfecto y vivido y creó su propio look –le style Castaing– que sigue estando vigente hasta hoy. En su tienda en París le vendía sólo a sus amigos, quienes debían pasar por varias pruebas hasta transformarse en clientes dignos de sus muebles.
Era joven de alma, una aventurera, trabajó cuando pocas lo hacían, abrió una tienda de anticuarios en plena II Guerra Mundial e impuso su propio estilo que nunca dejó de llamar la atención. Seguidora de Balenciaga y Dior, le gustaban los sombreros y las pelucas con relleno en la punta para poder verse un poco más alta.
Madeleine Castaing fue un ícono de la decoración de principios del siglo XX, le enseñó a los franceses que nada estaba pasado de moda y que la mezcla de lo clásico con lo bohemio y lo decadente era tan válida como el estilo ruso o el victoriano. Miraba las cosas como una artista y hacía todo para que sus ambientaciones se vieran vividas y no como sacadas de una revista. Le gustaba atreverse y mezclar colores y estilos que para muchos eran una aberración. Combinaba alfombras de leopardo con diseños de hojas de plátano, cerámicas mayólica de tonos fuertes y excéntricas sillas de la era Napoleón III de madera tallada, buscando un equilibrio entre decoración, arquitectura y paisaje exterior. “La belleza de un espacio deriva de un toque de misterio”, decía.
Madeleine Castaing fue un ícono de la decoración de principios del siglo XX, le enseñó a los franceses que nada estaba pasado de moda y que la mezcla de lo clásico con lo bohemio y lo decadente era tan válida como el estilo ruso o el victoriano. Miraba las cosas como una artista y hacía todo para que sus ambientaciones se vieran vividas y no como sacadas de una revista. Le gustaba atreverse y mezclar colores y estilos que para muchos eran una aberración. Combinaba alfombras de leopardo con diseños de hojas de plátano, cerámicas mayólica de tonos fuertes y excéntricas sillas de la era Napoleón III de madera tallada, buscando un equilibrio entre decoración, arquitectura y paisaje exterior. “La belleza de un espacio deriva de un toque de misterio”, decía.
Marie Madeleine Marielle Magistry nació el 19 de diciembre de 1894, en la ciudad de Chartres, Francia. Su padre era un elegante burgués que trabajaba como ingeniero haciendo líneas de tren. Y su madre una mujer encantadora y muy sofisticada ,que dedicó su vida a sus hijos.Estudió en el internado Les Dames Blanches du Sacré Coeur en Chartres. Si bien nunca fue muy buena alumna, era una literata experta. Se quedaba horas leyendo novelas de Chateaubriand, Stendhal y Balzac y creaba mundos imaginarios inspirándose en los personajes de sus libros.
Los Magistrys pasaban sus vacaciones entre la casa de los padres de Noëlie, una espectacular villa –Ville des Roses– en Saint Germain des Prés y un hotelito en la calle La Bruyère en París.
Cuando Madeleine tenía sólo 15 años, conoció al que sería su marido. Un día iba con su madre en tren a Cauterets, cerca de los Altos Pirineos, cuando en una de las paradas vio a un hombre que le llamó mucho la atención. “Era mi gusto exacto; Alto, rubio y ojos azules. Por casualidad, éste se subió en el compartimento vecino y cuando su mamá se quedó dormida, Madeleine aprovechó para ir a conocerlo y se le declaró. El caballero era el socialité Marcellin Castaing, 25 años mayor y heredero de una gran fortuna, proveniente de una acomodada familia de Tolouse, dueña de grandes propiedades y viñas. Marcellin quedó tan impactado con la audacia de esta adolescente, que después de una corta conversación le propuso bajarse juntos en la próxima estación y dar un largo paseo por los campos. Ella en un principio se negó, pero después de un rato aceptó feliz. Luego de su romántica escapada, Marcellin devolvió a Madeleine a su mamá y terminó pidiéndole la mano sin mayores rodeos.Cinco años después, en 1915, se casaron en la iglesia de Saint Germain. En ese tiempo, Marcellin era el alcalde de Longages y su sueño era seguir una candidatura política. Pero a Madeleine no le gustaba el campo ni estar alejada de las luces de París. Por eso, una vez que tuvo a sus dos hijos,convenció a su marido para que dejara su carrera y se fueron a vivir a la ciudad. Marcellin cambió la política por la literatura y el arte.
Recién llegados, se compraron una casa en la calle Rue Victorien Sardou y Marcellin aceptó trabajar para la revista Floréal, donde escribía de arte, literatura y teatro. Madeleine lo acompañaba a todos los eventos sociales y muchas veces dejaba a sus niños con una enfermera. Tal como confesó alguna vez, no tenía mucho instinto maternal y por lo mismo Bernard y Michel crecieron en un mundo de internados e institutrices. En esas reuniones los Castaing conocieron a grandes personajes y muchos artistas, como Modigliani, Matisse, Chagall, Braque y también a Chaïm Soutine, que se transformó en su protegido y durante muchos años lo ayudaron a consolidar su carrera como pintor.
Y aunque Marcellin no ganaba un gran sueldo con sus críticas, todos los meses recibía un suculento cheque de parte de su familia que le permitía disfrutar junto con Madeleine del glamour y la dolce vita en Montparnasse.
Los Magistrys pasaban sus vacaciones entre la casa de los padres de Noëlie, una espectacular villa –Ville des Roses– en Saint Germain des Prés y un hotelito en la calle La Bruyère en París.
Cuando Madeleine tenía sólo 15 años, conoció al que sería su marido. Un día iba con su madre en tren a Cauterets, cerca de los Altos Pirineos, cuando en una de las paradas vio a un hombre que le llamó mucho la atención. “Era mi gusto exacto; Alto, rubio y ojos azules. Por casualidad, éste se subió en el compartimento vecino y cuando su mamá se quedó dormida, Madeleine aprovechó para ir a conocerlo y se le declaró. El caballero era el socialité Marcellin Castaing, 25 años mayor y heredero de una gran fortuna, proveniente de una acomodada familia de Tolouse, dueña de grandes propiedades y viñas. Marcellin quedó tan impactado con la audacia de esta adolescente, que después de una corta conversación le propuso bajarse juntos en la próxima estación y dar un largo paseo por los campos. Ella en un principio se negó, pero después de un rato aceptó feliz. Luego de su romántica escapada, Marcellin devolvió a Madeleine a su mamá y terminó pidiéndole la mano sin mayores rodeos.Cinco años después, en 1915, se casaron en la iglesia de Saint Germain. En ese tiempo, Marcellin era el alcalde de Longages y su sueño era seguir una candidatura política. Pero a Madeleine no le gustaba el campo ni estar alejada de las luces de París. Por eso, una vez que tuvo a sus dos hijos,convenció a su marido para que dejara su carrera y se fueron a vivir a la ciudad. Marcellin cambió la política por la literatura y el arte.
Recién llegados, se compraron una casa en la calle Rue Victorien Sardou y Marcellin aceptó trabajar para la revista Floréal, donde escribía de arte, literatura y teatro. Madeleine lo acompañaba a todos los eventos sociales y muchas veces dejaba a sus niños con una enfermera. Tal como confesó alguna vez, no tenía mucho instinto maternal y por lo mismo Bernard y Michel crecieron en un mundo de internados e institutrices. En esas reuniones los Castaing conocieron a grandes personajes y muchos artistas, como Modigliani, Matisse, Chagall, Braque y también a Chaïm Soutine, que se transformó en su protegido y durante muchos años lo ayudaron a consolidar su carrera como pintor.
Y aunque Marcellin no ganaba un gran sueldo con sus críticas, todos los meses recibía un suculento cheque de parte de su familia que le permitía disfrutar junto con Madeleine del glamour y la dolce vita en Montparnasse.
La Ville des Roses fue su primera gran inspiración . También una casa en Lèves, un pueblito ubicado cerca de Chartres donde se instalaron. Los Castaing se sentían como en el paraíso y estaban completamente desconectados de la realidad. No abrían ni las cartas que llegaban al buzón de la entrada y las puertas estaban siempre abiertas para sus amigos. Permanentemente organizaban conciertos, lecturas y paseos por los jardines.Pero con la llegada de la II Guerra Mundial todo cambió, la casa fue invadida y el paraíso que vivían ahí se terminó en un segundo. La estabilidad económica de Marcellin también se vio afectada, comenzó a vender sus obras de arte para contar con algo de efectivo. Cuando Madeleine lo supo se indignó, prefería trabajar antes que perder una de sus colecciones más preciadas.
Surgió la idea de abrir una tienda con objetos de decoración y partió vendiendo un par de objetos en un stand en el mercado Jules-Vallès, ubicado en las afueras de París, como le fue tan bien decidió arrendar un local en la calle Cherche-Midi. El éxito fue inmediato, al poco tiempo tuvo que ampliarse y se cambió a la calle rue Bonaparte. Desde el comienzo llamó la atención por su extravagancia y atrevimiento, pintó la fachada negra y sus vecinos decían que en vez de una tienda se había instalado una funeraria. El interior tampoco era muy convencional. Inspirándose en Lèves, creó el lugar como si fuera una casa y cada pieza era una verdadera puesta en escena. Con el tiempo comenzó a comprar los locales cercanos y se expandió en varios metros cuadrados.
Surgió la idea de abrir una tienda con objetos de decoración y partió vendiendo un par de objetos en un stand en el mercado Jules-Vallès, ubicado en las afueras de París, como le fue tan bien decidió arrendar un local en la calle Cherche-Midi. El éxito fue inmediato, al poco tiempo tuvo que ampliarse y se cambió a la calle rue Bonaparte. Desde el comienzo llamó la atención por su extravagancia y atrevimiento, pintó la fachada negra y sus vecinos decían que en vez de una tienda se había instalado una funeraria. El interior tampoco era muy convencional. Inspirándose en Lèves, creó el lugar como si fuera una casa y cada pieza era una verdadera puesta en escena. Con el tiempo comenzó a comprar los locales cercanos y se expandió en varios metros cuadrados.
En ese lugar todo era mezcla, combinaba los estilos biedermeier, ruso, regencia inglés y Napoleón III con piezas hechas en hueso y cuernos, que en ese tiempo eran miradas como de pésimo gusto. A todo esto Madeleine le sumaba esa afición que tenía por la imperfección. No toleraba que todo se viera impecable y acartonado.
Poco a poco empezó a diversificarse e hizo crecer su negocio. Además de los muebles que compraba en anticuarios y ferias, le sumó una serie de servicios anexos, como una línea propia de géneros diseñados por ella misma , alfombras y otros mobiliarios. Le gustaba coleccionar textiles vintage. También le dio importancia al tema de la iluminación y tenía una proveedora especial que le fabricaba pantallas de lámpara únicas. Cada vez que tenía que decorar un lugar, estudiaba a fondo los cambios de luz durante el día y usaba cortinas roller pintadas a mano con pájaros, flores y follajes para filtrar la luz natural.Otra de las tantas curiosidades de Madeleine era que no le gustaba poner precios a los objetos que vendía en su anticuario, no compraba ni diseñaba los muebles pensando en venderlos, sino en exhibirlos eternamente en la tienda y quedarse con ellos. Por eso, dependía del cliente lo que costaba cada cosa y muchas veces prefería ponerle un valor exorbitante antes que deshacerse del objeto.
Poco a poco empezó a diversificarse e hizo crecer su negocio. Además de los muebles que compraba en anticuarios y ferias, le sumó una serie de servicios anexos, como una línea propia de géneros diseñados por ella misma , alfombras y otros mobiliarios. Le gustaba coleccionar textiles vintage. También le dio importancia al tema de la iluminación y tenía una proveedora especial que le fabricaba pantallas de lámpara únicas. Cada vez que tenía que decorar un lugar, estudiaba a fondo los cambios de luz durante el día y usaba cortinas roller pintadas a mano con pájaros, flores y follajes para filtrar la luz natural.Otra de las tantas curiosidades de Madeleine era que no le gustaba poner precios a los objetos que vendía en su anticuario, no compraba ni diseñaba los muebles pensando en venderlos, sino en exhibirlos eternamente en la tienda y quedarse con ellos. Por eso, dependía del cliente lo que costaba cada cosa y muchas veces prefería ponerle un valor exorbitante antes que deshacerse del objeto.
En 1949, cuatro años después de la guerra, Madeleine pudo recuperar su casa en Lèves, que en ese tiempo estaba en manos de una comunidad de campesinos y que accedieron a intercambiarla por otra tierra. Luego de rehabilitarla con la ayuda del arquitecto Raymond Robain, decidió redecorarla y volver a amueblarla para darle nuevos aires y dejar atrás los tiempos difíciles. Fue en esos tiempos cuando Madeleine comenzó a experimentar con diversos colores, diseños y estilos, y nació la era Castaing. Todas las semanas llegaba un camión cargado de muebles encontrados en diferentes ferias de las pulgas. “No me importa si un mueble es bueno o elegante, sino lo que esconde, su vida secreta, porque eso es lo que lo hace interesante”.
Pero más allá de sus decoraciones, lo que más le interesaba en la vida era su amor por Marcellin. "Construir el amor es como levantar una catedral". Lo que hay que invertir para poder cautivar a un hombre. ¡52 años de pasión! Nada más que él me atraía.”
Justo luego que se inauguró la tienda, Madeleine y Marcellin se cambiaron a un departamento muy cerca, turnándose con su casa en Lèves. Pero cuando Marcellin murió en 1966, ella decidió instalarse en el segundo piso de su anticuario y no volver más a sus casas. Ahí conoció a su vecina, la también decoradora Eileen Gray.
En los 50, Madeleine se transformó en una de las decoradoras más populares de Francia y a su tienda llegaba lo mejor de París. Actores de cine, princesas, literatos, millonarios y socialités de diversas partes de Europa eran algunos de sus clientes, todos ricos, glamorosos y seguidores hasta los huesos del estilo de Castaing. Pero llegar a ser dueño de un solo objeto requería de varias visitas y para transformarse en un comprador frecuente era necesario pasar por la aprobación de madame Castaing, quien decía que sólo decoraba para sus amigos.
Justo luego que se inauguró la tienda, Madeleine y Marcellin se cambiaron a un departamento muy cerca, turnándose con su casa en Lèves. Pero cuando Marcellin murió en 1966, ella decidió instalarse en el segundo piso de su anticuario y no volver más a sus casas. Ahí conoció a su vecina, la también decoradora Eileen Gray.
En los 50, Madeleine se transformó en una de las decoradoras más populares de Francia y a su tienda llegaba lo mejor de París. Actores de cine, princesas, literatos, millonarios y socialités de diversas partes de Europa eran algunos de sus clientes, todos ricos, glamorosos y seguidores hasta los huesos del estilo de Castaing. Pero llegar a ser dueño de un solo objeto requería de varias visitas y para transformarse en un comprador frecuente era necesario pasar por la aprobación de madame Castaing, quien decía que sólo decoraba para sus amigos.
Madeleine también saltó a la fama por su excéntrico look. Además de las pelucas –que usaba con un elástico que le pasaba por el mentón como si fuera un sombrero–, le gustaban las pestañas postizas y delinear sus labios. “Fue muy difícil comenzar a vivir de nuevo luego de la muerte de Marcellin y me transformé en una mujer completamente diferente. En un mes más cumplo 90 años, pero me siento de 35. Soy una mujer de 35 años”, dijo en 1984.
Un día antes de su cumpleaños número 98 y producto de una enfermedad fulminante, murió el 18 de diciembre de 1992. Durante un tiempo su hijo Michel se hizo cargo de la tienda, pero en el 2004 también murió. Y con ello, los muebles y todo lo que se encontraba en Lèves se remató en una exitosa subasta en Sotheby’s.
Más allá de establecer una marca registrada con el look Castaing, casi 20 años después de su muerte se siguen produciendo muchos de sus diseños. Luego que la fábrica Maison Hamot cerrara sus puertas en 1999, Edmond Petit compró los derechos de Madeleine y estableció que Clarence House fuera el distribuidor exclusivo para Estados Unidos. “Me gusta transformar las casas de los clientes en un reflejo de lo que ellos son. Siempre me encargo primero de conocer al dueño del lugar, qué piensa, qué lee, dónde trabaja. Hago la decoración de acuerdo a él y a su familia. Me rebelo frente a la fórmula fría, común e impersonal de los departamentos estándar y trato de ir en contra de la producción en serie. Una vez que estudié a la persona y que ya se transformó en mi amigo, me enorgullezco de crear un ambiente que vaya de acuerdo con sus gustos”.MARAVILLOSA MADELEINE.
Un día antes de su cumpleaños número 98 y producto de una enfermedad fulminante, murió el 18 de diciembre de 1992. Durante un tiempo su hijo Michel se hizo cargo de la tienda, pero en el 2004 también murió. Y con ello, los muebles y todo lo que se encontraba en Lèves se remató en una exitosa subasta en Sotheby’s.
Más allá de establecer una marca registrada con el look Castaing, casi 20 años después de su muerte se siguen produciendo muchos de sus diseños. Luego que la fábrica Maison Hamot cerrara sus puertas en 1999, Edmond Petit compró los derechos de Madeleine y estableció que Clarence House fuera el distribuidor exclusivo para Estados Unidos. “Me gusta transformar las casas de los clientes en un reflejo de lo que ellos son. Siempre me encargo primero de conocer al dueño del lugar, qué piensa, qué lee, dónde trabaja. Hago la decoración de acuerdo a él y a su familia. Me rebelo frente a la fórmula fría, común e impersonal de los departamentos estándar y trato de ir en contra de la producción en serie. Una vez que estudié a la persona y que ya se transformó en mi amigo, me enorgullezco de crear un ambiente que vaya de acuerdo con sus gustos”.MARAVILLOSA MADELEINE.
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