Su pequeño y robusto cuerpo moviendo metros y metros de seda blanca en su danza serpentina no solo revolucionó la historia de las artes escénicas sino que elevó el envolvente gesto a icono femenino.Sus juegos de vestuario y de luz —con dos varillas como extensión de sus brazos, moviendo en círculos gigantes las telas que abrían y cerraban su cuerpo— no solo representaron la metamorfosis de la crisálida en mariposa, sino que lograron equiparar el movimiento humano a la armonía de la naturaleza.
La primera vez que Loïe Fuller pisó un escenario fue con dos años. Recitó una poesía en el Progressive Lyceum de Chicago con tanta gracia que ya no abandonaría las tablas. A partir de ese instante su vida es un crecimiento artístico que le hace tocar todos los palos:Shakespeare, canto, ópera..La enorme influencia de Fuller en su tiempo se puede ver en la cantidad de bailarinas que la imitaron y los artistas que se inspiraron en ella: Mallarmé, Valéry, Rodin, Toulouse-Lautrec, Méliès.
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